4 febrero, 2022 - 39ytú
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7 julio, 2022
Dr. Matias Irineo Russo, Cátedra de Biotecnología Bacteriana - San Antonio Biotics.
Los seres humanos albergamos en nuestro intestino un abundante y diverso conjunto de microorganismos conocido como microbiota intestinal (MI). La MI de un individuo alérgico es diferente a la de un individuo sano. Investigaciones recientes demuestran que la MI juega un papel determinante en la expresión de las alergias, debido a que su composición afecta al sistema inmune.
La composición de la MI está influenciada por diferentes factores a lo largo de la vida de un individuo. Al nacer, los factores más importantes son el tipo de parto y la alimentación. Durante el parto vaginal, el recién nacido adquiere distintas bacterias lácticas de la microbiota vaginal de la madre (Lactobacillus y Prevotella, entre otras), hecho determinante en la colonización temprana de su aparato gastrointestinal. Esa “microbiota inicial” ejerce un papel protector frente a la dermatitis atópica en estos niños, mientras que esto no ocurriría en los nacidos mediante cesárea, cuya MI proviene de la microbiota de la piel de la madre, con predominio de Staphylococcus. Por otro lado, la lactancia materna favorece la colonización del intestino del recién nacido con bacterias benéficas como Lactobacillus y Bifidobacterias. La leche humana contiene oligosacáridos (azúcares) que constituyen el alimento principal de la MI, contribuyendo al mantenimiento de una comunidad bacteriana equilibrada mediante la inhibición de microorganismos patógenos y la promoción del desarrollo de bacterias beneficiosas.
Otro factor importante es el consumo de antibióticos durante el embarazo y los primeros meses de vida, pues se ha observado que aumenta el riesgo de padecer enfermedades alérgicas como asma, dermatitis atópica y rinoconjuntivitis alérgica. En los lactantes tratados con antibióticos hay importantes cambios de la MI: mayor cantidad de Proteobacterias y Enterococcus (perjudiciales), menor cantidad de Bifidobacterias (benéficas), incremento de bacterias resistentes a los medicamentos y disminución de la biodiversidad.
En las personas sanas, los mecanismos de defensa del sistema inmunitario identifican y reaccionan contra las sustancias extrañas no peligrosas (polen, alimentos, medicamentos, etc.) sin causar ningún daño en el propio organismo. Sin embargo, en las personas alérgicas, el sistema inmunitario reacciona agresivamente contra ellas y, como consecuencia de esta acción, se dañan los tejidos propios, lo que causa las enfermedades de hipersensibilidad. Estas enfermedades pueden ser ocasionadas por los anticuerpos o por las células del sistema inmunitario. La MI guarda una estrecha relación con la alergia debido a que es capaz de regular la producción de anticuerpos por parte de las células del sistema inmunitario.
En la década de 1990 se llevó a cabo un estudio de asociación entre enfermedad alérgica y alteración de la composición de la MI. Se compararon características de la microbiota de niños de Suecia, en donde la prevalencia de alergias es relativamente alta, con niños de Estonia, donde la prevalencia es baja. Se demostró que los niños con alergia tenían menor cantidad de Lactobacillus y Bacteroidetes (beneficiosos) y mayor cantidad de bacterias aeróbicas, sobre todo Enterobacterias y Staphylococcus (perjudiciales). En un estudio más reciente, Melli y su grupo (2015) obtuvieron resultados similares, observando además una menor biodiversidad en la MI de niños alérgicos.
Las tres enfermedades alérgicas más comunes son la dermatitis atópica, el asma y la alergia alimentaria.
La MI junto con la dieta son las responsables de la producción de ciertos compuestos microbianos, denominados metabolitos, que ejercen una actividad reguladora directa en las respuestas antiinflamatorias y antialérgicas. Entre estos metabolitos se encuentran principalmente los ácidos grasos de cadena corta (AGCC: acetato, butirato y propionato), y algunos aminoácidos (alanina, aspartato, cisteína, glutamato, glicina y triptófano). Los metabolitos derivados de la acción de la MI modulan la actividad de determinadas células inmunitarias e influyen en la aparición de la alergia.
Los AGCC son productos de la fermentación de las fibras alimentarias por parte de la MI; por ello, una dieta con alto contenido de fibra que incluya cereales integrales, frutas, verduras y legumbres, propicia la producción de AGCC en el colon cuya absorción resulta beneficiosa, incluso disminuyendo la susceptibilidad al asma. Diferentes estudios sugieren que la abundancia de bacterias productoras de butirato se asocia con síntomas más leves de dermatitis atópica en los lactantes.
Entre los aminoácidos procedentes de la actividad de la microbiota, se ha observado que el D-triptófano producido por Lactobacillus rhamnosus GG y Lactobacillus casei W56 puede aumentar en el intestino la cantidad de células T reguladoras e inducir la disminución de citocinas Th2 (células que provocan la inflamación crónica en personas alérgicas), reduciendo así la inflamación y la hiperreactividad alérgica.
Los ácidos grasos omega 3 y omega 6 se consideran ácidos grasos esenciales con propiedades antialérgicas. Su consumo se relaciona con mejoras de la sensibilización atópica y menor riesgo de asma y rinitis. Se ha encontrado que el ácido 10-hidroxicis-12-octadecenoico, metabolito derivado del ácido linoleico por la acción de Lactobacillus, puede proteger de la alergia alimentaria. El ácido docosahexaenoico (un ácido graso omega 3), disminuye la exacerbación del asma y otras enfermedades alérgicas.
Los ensayos con probióticos en pacientes con alergia alimentaria, dermatitis atópica y asma representan intentos por modificar deliberadamente la microbiota y su metabolismo con el fin de modificar la respuesta inmune. El consumo de ciertas cepas, como Lactobacillus rhamnosus GG, Lactobacillus paracasei y Bifidobacterium lactis, reduce la severidad de la dermatitis atópica. En un ensayo clínico, Canani y sus colaboradores (2016) establecieron la relación de Lactobacillus rhamnosus GG con el aumento de bacterias productoras de AGCC en pacientes pediátricos con alergia alimentaria, lo que se asocia con una adquisición temprana de tolerancia alimentaria.
Bibliografía