16 diciembre, 2022
Dra. Desirée Victoria-Montesinos; Profesora de la Facultad de Farmacia y Nutrición; Universidad Católica de Murcia (UCAM).
La microbiota intestinal del ser humano se encuentra formada por, aproximadamente, 100 trillones de microorganismos que, en su conjunto, tienen unos 200 veces más genes que el propio genoma humano; convirtiéndose así en un “órgano” en sí mismo. Bacteroidetes y Firmicutes son los dos filos bacterianos principales, representando el 90% de la microbiota intestinal, y estando formado el 10% restante por Actinobacteria, Verrucomicrobia, Proteobacteria y Fusobacteria, entre otros.
El microbioma humano no solo tiene una función a nivel fisiológico, sino que también es capaz de proteger contra diferentes patógenos, e incluso de desarrollar y ayudar a la formación y mantenimiento del sistema inmunológico. Todos los individuos tienden a poseer un microbioma central, compartiendo microbiomas comunes. Sin embargo, la distribución de la microbiota intestinal difiere mucho entre individuos, e incluso cambia a lo largo de la vida por su vulnerabilidad ante los cambios en el entorno del huésped, condiciones corporales y modificaciones en el estilo de vida, existiendo así una gran variabilidad interindividual.
Uno de los principales determinantes del microbioma humano es su estilo de vida, en el que se engloban, entre otros factores, la alimentación y la actividad física. Actualmente, en los países desarrollados, la dieta que predomina es la denominada dieta occidental o “Western diet”. Esta se caracteriza por el elevado consumo de grasas saturadas, azúcares refinados, sal, además de carne roja y procesada, gran variedad de alimentos procesados y una cantidad muy baja de fibra. Múltiples estudios han relacionado este tipo de alimentación con mayor inflamación, riesgo cardiovascular, aparición de enfermedades como diabetes, obesidad, cáncer colorrectal y síndrome metabólico. Además, puesto que los hábitos alimenticios influyen en la microbiota intestinal, se ha observado que la dieta occidental está vinculada a modificaciones desfavorables del perfil bacteriano caracterizadas por una menor diversidad microbiana y una menor riqueza en especies, además de un incremento considerable del filo Firmicutes, y una disminución de Bacteroidetes, predominando además el género Enterobacteria y disminuyendo Bifidobacteria y Lactobacilli.
Se ha observado que la modificación de este tipo de alimentación hacia una dieta mediterránea, que incluye alimentos ricos en fibra, parece no solo proteger de afecciones como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer de colon u obesidad, sino también incrementar los niveles de ácidos grasos de cadena corta, como el butirato, debido a la fermentación generada por la microbiota intestinal; algo que es verdaderamente esencial para una correcta proliferación epitelial y para el metabolismo energético del colon y los colonocitos. Las dietas ricas en fibra también se han asociado con una mayor diversidad y riqueza microbiana, estando vinculadas a una mayor abundancia de Treponema y Prevotella, así como una disminución de señalización inflamatoria.
Por otro lado, el estilo de vida sedentario también parece modificar el microbioma. En una revisión sistemática de cinco estudios realizada recientemente se ha observado que la actividad física parece crucial para una mayor cantidad y diversidad bacteriana.
Otro de los factores que puede influir en la modificación del microbioma es la contaminación. El tracto orodigestivo y el sistema respiratorio son las principales vías de entrada de sustancias tóxicas ambientales en el cuerpo humano. La metabolización de sustancias químicas por parte de la microbiota intestinal, puede llegar a acompañarse de disbiosis microbiana, es decir, de una modificación en la estructura de la microbiota. La evidencia sugiere que algunas sustancias antimicrobianas presentes en dentífricos, jabones, desodorantes y productos de limpieza, como el triclosán o el triclocarbán, podrían introducirse en nuestro organismo por vía tópica, oral o respiratoria y llegar a generar modificaciones relevantes en el microbioma. Además, cabe mencionar que existen otro tipo de contaminantes, como los microplásticos, que pueden estar asociados a la alteración de la microbiota intestina. Actualmente, se está produciendo una exposición crónica y continuada a éstos. Las últimas estimaciones indican que cada persona puede llegar a ingerir semanalmente una cantidad entre 0,1 y 5 gramos de microplásticos. Al parecer, estos compuestos podrían sufrir biotransformaciones, llegando al colon de una forma completamente distinta a la original. Además, se desconoce si estos podrían acumularse en algunos órganos y tejidos. En una investigación muy reciente realizada por investigadores del CSIC, en la que llevaron a cabo una digestión gastrointestinal “in vitro”, se observó que los microplásticos puede ejercer un efecto negativo sobre la microbiota colónica, disminuyendo los niveles de bacterias viables totales, y en mayor medida de ciertos grupos microbianos como Bifidobacterium.
Al parecer, el lugar de residencia también puede influir en el microbioma de la persona. La hipótesis de la higiene sugiere que esta está relacionada con un incremento de las enfermedades autoinmunes y con una menor diversidad de la microbiota. Se ha observado que la mayoría de las bacterias que se encuentran en la superficie de los hogares, pueden haberse originado en los propios individuos o animales que habitan esa casa. Por todo ello, aquellas personas que están expuestas al polvo doméstico o viven en un entorno rural en el que hay animales, parecen tener una menor probabilidad de desarrollar determinadas enfermedades o afecciones como el asma, existiendo una creciente evidencia de la importancia del entorno, el microbioma y la salud.
Por último, uno de los factores que más influyen en la salud del individuo y parece ser también crucial en el microbioma de éste es el hábito tabáquico. Como bien es conocido, el humo que produce el tabaco es una fuente de numerosos tóxicos, que entran en contacto directo con las bacterias presentes en el tracto orodigestivo y las vías respiratorias superiores. Por ello, dichos tóxicos pueden llegar a alterar y perturbar la microbiota del individuo, produciendo la pérdida de especies beneficiosas. Esa pérdida puede conducir a una colonización por otros patógenos y al desarrollo de diversas patologías. De hecho, algunas investigaciones han hallado una disminución de Proteobacteria en personas fumadoras, en comparación con aquellas que no tienen ese hábito tabáquico.
Así pues, el microbioma depende de forma directa del entorno del individuo (lugar en el que vive, contaminación, presencia de animales de compañía, hábito tabáquico, etc.), siendo los factores más relacionados con la diversidad de este, la alimentación y la actividad física.
Bibliografía