7 mayo, 2021

39ytú

Relación entre la microbiota intestinal y salud mental

Dra. María Isabel Vasallo. San Antonio Technologies, Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM).


Los trastornos de ansiedad y depresión son condiciones psiquiátricas debilitantes y omnipresentes que afectan a cerca del 10% de la población mundial cada año, según la Organización Mundial de la Salud, 2017. A pesar del incremento de los tratamientos con psicotrópicos y con psicoterapia, la prevalencia de casos de ansiedad y depresión no ha cambiado en la actualidad.

El alto impacto que tiene la ansiedad en la calidad de vida del individuo y en el sistema de salud pública, hace que su prevención y tratamiento sea una prioridad global.

Cada vez son más las investigaciones que describen la comunicación bidireccional entre la microbiota intestinal (el ecosistema de billones de bacterias, virus, arqueas y hongos) y el sistema nervioso central del ser humano. Esto se conoce como eje intestino-cerebro, y ha mostrado su influencia en el funcionamiento cognitivo y el estado de ánimo a través de mecanismos neuronales, metabólicos, hormonales e inmunitarios.

La microbiota intestinal es un regulador clave dentro del eje intestino-cerebro. Las especies bacterianas presentes en el intestino regulan la producción de neurotransmisores y sus precursores (por ejemplo, serotonina, GABA, triptófano) y pueden secretar metabolitos esenciales implicados en la liberación de neuropéptidos y hormonas intestinales, como son los ácidos grasos de cadena corta (AGCC); y el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF). Este último tiene un papel importante en los procesos fisiológicos subyacentes a la plasticidad y el desarrollo del sistema nervioso.

La literatura existente indica que las bacterias intestinales también pueden estar involucradas en el desarrollo y la función del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA), que coordina la respuesta adaptativa al estrés en el organismo. La desregulación de la señalización del eje HPA está implicada en los trastornos de ansiedad y depresión. Estos trastornos se asocian con niveles más altos de cortisol y compuestos mediadores de la inflamación que conducen a un estado pro-inflamatorio sostenido.

La microbiota intestinal no solo puede contribuir al aumento del cortisol (hormona del estrés cuyos niveles elevados de forma sostenida puede provocar síntomas de ansiedad) y la inflamación, sino que, en dirección opuesta, los estados pro-inflamatorios pueden agravar las alteraciones de la microbiota a través de efectos nocivos para la salud gastrointestinal. Así, los niveles excesivos de cortisol circulante y los mediadores inflamatorios aumentan la permeabilidad intestinal, permitiendo así que las bacterias Gram-negativas se trasladen al torrente sanguíneo, lo que puede inducir una inflamación crónica del Sistema Nerviosos Central (SNC). Esto sugiere que las respuestas inflamatorias impulsadas por la microbiota pueden contribuir a los trastornos afectivos, debido en parte al aumento de la permeabilidad intestinal.

De manera similar, las afecciones gastrointestinales que se sospecha que implican alteraciones en la microbiota intestinal y en la permeabilidad intestinal (por ejemplo, el síndrome del intestino irritable) coinciden con los trastornos psiquiátricos.

Por lo tanto, el papel de la microbiota intestinal en la regulación del estado de ánimo y el procesamiento emocional, a través del eje intestino-cerebro, puede ser de especial relevancia para la etiología de la ansiedad y la depresión.

Junto con la influencia del eje intestino –cerebro en los estados de ansiedad y depresión, y de forma inseparable, se estudia la relación entre la dieta y el estado de ánimo dado que la microbiota intestinal está fuertemente afectada por la dieta, además de por otros factores como el medio ambiente y la genética del individuo.

Se ha descubierto que algunos micronutrientes se encuentran en cantidades bajas en las personas con depresión o con mayor riesgo de padecerla. Estos son el zinc, el magnesio, el selenio, el hierro y las vitaminas D, B12, B6 y folato. Estos micronutrientes pueden afectar al riesgo de depresión a través de sus efectos en la producción de neurotransmisores como la serotonina, alteraciones del sistema HPA y de la señalización glutamatérgica, que juega un papel crítico en la patofisiología de numerosas afecciones psiquiátricas, o el estrés inflamatorio y oxidativo.

Una dieta rica en frutas y verduras tiene mayores cantidades de estos micronutrientes. Los vegetales y las frutas también contienen fitoquímicos antioxidantes, como la vitamina C, los polifenoles y los flavonoides, que han demostrado tener efectos antidepresivos o ansiolíticos. Los ácidos grasos saturados (AGS)y los ácidos grasos poliinsaturados, como el DHA, el EPA y el ácido araquidónico (AA) se incorporan al tejido neural y son importantes para su funcionamiento. La proporción de los diferentes ácidos grasos (AG) afecta a la función neuronal. Por ejemplo, el aumento de los AGS disminuye la fluidez y la permeabilidad de la membrana celular y una relación baja de DHA /AA puede aumentar la inflamación sistémica y la inflamación cerebral. Las dietas de estilo saludable, especialmente la dieta mediterránea, son antiinflamatorias y pueden disminuir el riesgo de depresión al reducir la inflamación.

En este contexto, la suplementación con probióticos productores de los metabolitos implicados en los procesos fisiológicos para el mantenimiento normal del sistema neurológico, podrían tener un impacto positivo en la reducción de los síntomas de ansiedad y depresión, como se ha observado en diferentes estudios. Un ejemplo es el resultado obtenido en un estudio clínico en el que se observaron reducciones significativas en el grupo de intervención con probióticos (Lactobacillus helveticus R0052 y Bifidobacterium longum R0175) en relación con el grupo control (placebo) en la mediana del Índice de Gravedad Global (-24 en el grupo probiótico frente a -10 en el grupo de control con placebo, P < 0,05) y en la mediana de la de la Escala de Ansiedad y Depresión Hospitalaria (HADS) (-5 en el grupo probiótico frente a -3 en el grupo de control con placebo, p < 0,05). Del mismo modo, otro estudio mostró una reducción significativa en el índice de sensibilidad a la depresión de Leiden (LEIDS-r) (-9,4 en el grupo grupo probiótico vs. -2,4 en el grupo de control con placebo, P < 0,001) tras 4 semanas de suplementación con una combinación de probióticos (5,0×109 UFC por día) que contenía Bifidobacterium bifidum W23, Bifidobacterium lactisW52, Lactobacillus acidophilus W37, Lactobacillus brevis W63, Lactobacillus casei W56, Lactobacillus salivariusW24, y Lactobacillus lactis (W19 y W58).

En síntesis, existe una sólida evidencia de la existencia de la comunicación intestino-cerebro y, por tanto, de la influencia de la microbiota intestinal sobre los trastornos relacionados con el sistema nervioso central, como la ansiedad. Que esta comunicación es bidireccional y, por tanto, un estado de ansiedad sostenido en el tiempo, afecta a la microbiota intestinal produciendo su desequilibrio. Por último, la búsqueda de estrategias no farmacológicas para tratar la ansiedad es un asunto prioritario y en esta búsqueda se deberían tener en cuenta acciones sobre los hábitos alimenticios, de actividad física y sobre el medio ambiente en el que vivimos.

 

Bibliografía

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  5. Steenbergen L, Sellaro R, van Hemert S, Bosch JA, Colzato LS. A randomized controlled trial to test the effect of multispecies probiotics on cognitive reactivity to sad mood. Brain Behav Immun 2015

 

 

 

Dra. María Isabel Vasallo

San Antonio Technologies

Universidad Católica de Murcia (UCAM)


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