4 febrero, 2022 - 39ytú
Departamento de nutrición ICLANP La ashwagandha, también conocida como withania…
13 marzo, 2020
Algunas señales como pupas en los labios, cansancio y apatía, dolor muscular, dificultad de cicatrización de las heridas, fragilidad de uñas o cabello, etc. delatan que nuestras defensas se encuentran comprometidas. Dentro de un estilo vida saludable; la alimentación equilibrada, la deshabituación tabáquica, la práctica regular de ejercicio físico, y el consumo regular de probióticos, contribuyen al buen funcionamiento de nuestras defensas. La investigación en este último terreno es prolífica, ofreciendo resultados cada vez más rigurosos.
Los antibióticos, la mala alimentación, el estrés, y otros factores, pueden comprometer tanto el número como el funcionamiento de las bacterias útiles que hay en el intestino. Este desequilibrio entre el número o proporción de microorganismos amigables y patógenos dentro del intestino humano se conoce como disbiosis y es un problema que aparece con relativa frecuencia.
Los conceptos de alimentación y salud siempre han ido de la mano. Son muchos los estudios demuestran que una dieta equilibrada refuerza el sistema inmunológico. A continuación, algunos de los nutrientes implicados de una manera directa.
Energía: el aporte de energía debe ser el correcto: ni por encima ni por debajo de las recomendaciones. El exceso energético afecta a la capacidad del sistema inmunológico de combatir infecciones. La función inmunológica también se ve alterada en personas que ingieren dietas por debajo de las 1.200 kcal o dietas más ricas en aporte energético, pero desequilibradas.
Grasas: por lo que respecta a las grasas, una dieta baja en grasas también favorece la salud del sistema inmunitario. Cabe destacar que, no sólo es importante la cantidad, sino también la calidad y variedad de estas grasas. Conviene que la dieta sea rica en pescado azul, frutos secos, aceite de oliva, girasol, o linaza para asegurar un aporte equilibrado y variado de grasas esenciales.
Probióticos: un consumo regular de lácteos fermentados como yogur o kéfir contribuye, asimismo, a aumentar las defensas inmunológicas. Estudios demuestran que quienes consumen estos alimentos de forma regular presentan un mejor estado del sistema inmunitario además de una mayor resistencia a intoxicaciones alimentarias.
Vitamina C: aumenta la producción de interferón (con acción antiviral). Además, es necesaria para formar colágeno (contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones).
Vitamina E: aumenta la respuesta inmune (administrada a dosis de 200 mg/día en inmunodeprimidos con dietas desequilibradas).
Vitamina A: desempeña un papel esencial en las infecciones y en el mantenimiento de la integridad de la superficie de las mucosas (barreras naturales contra las infecciones).
Complejo B, ácido fólico: se han descrito alteraciones inmunológicas asociadas al déficit de vitaminas del grupo B. La carencia de ácido fólico o vitamina B9 suprime la respuesta de algunos linfocitos, lo que a su vez, se acompaña de la disminución de ciertos anticuerpos.
Flavonoides: antioxidantes presentes en numerosos vegetales, algunos de los cuales, potencian la acción de la vitamina C.
Hierro: su déficit disminuye la proliferación celular y la respuesta inmunológica.
Cinc: su carencia afecta a la respuesta inmunológica y al funcionamiento de órganos linfoides
Selenio: su déficit, reduce la actividad bactericida, la respuesta de los anticuerpos frente a ciertos tóxicos y el desarrollo de linfocitos.
Por ello, hay que asegurar una dieta equilibrada y lo suficientemente variada para que incluya alimentos de todos los grupos descritos.