4 febrero, 2022 - 39ytú
Departamento de nutrición ICLANP La ashwagandha, también conocida como withania…
3 diciembre, 2021
Dr. Javier Marhuenda Hernández, nutricionista Ph.D y profesor del Grado en Farmacia de la UCAM.
El sistema inmunológico tiene un papel vital en nuestro organismo y es protegerlo de invasores extraños y dañinos. Consiste en un grupo de células, proteínas y órganos que trabajan juntos para protegernos de diferentes gérmenes, virus, hongos y patógenos en general. Las células inmunes actúan como la primera línea de defensa de su organismo: reconocen, identifican y neutralizan cualquier sustancia dañina (ambiental o patógena) que haya ingresado en el cuerpo.
Cuando el sistema inmunológico funciona de manera óptima, pasa desapercibido. Sin embargo, cuando no funciona adecuadamente o cuando estás agotado, tus defensas se vuelven demasiado débiles para luchar. Es ahí cuando diferentes organismos oportunistas, bacterias y virus se hacen fuertes y es más probable que ocasionen un problema de salud.
El sistema inmunológico está particularmente interconectado con la microbiota. Como sabemos, la mayor parte de la microbiota humana reside en el intestino, y resulta que también lo hace el 70-80% del sistema inmunológico del organismo. La relación entre los dos es simbiótica por lo que han evolucionado juntos para garantizar que el organismo humano esté protegido y esté eliminando cualquier patógeno dañino con el que entre en contacto.
Con el tiempo, el sistema inmunológico forma la diversidad del microbioma y el intestino influye en la fuerza y el desarrollo del sistema inmunológico. A lo largo de la vida, otros factores también moldean la composición de la microbiota intestinal como son la dieta, el medio ambiente y los hábitos de vida.
Es evidente que el intestino y el sistema inmunológico se apoyan mutuamente para promover un cuerpo sano. Por ejemplo, el microbioma intestinal actúa como guardián y entrenador. Enseña a las células inmunitarias (llamadas células T) a distinguir las entidades extrañas de nuestro propio tejido. Cuando los anticuerpos no pueden acceder a ciertos patógenos que han logrado atacar nuestras células, las células T median la situación y destruyen las células infectadas; este proceso se conoce como inmunidad mediada por células.
Vemos la importancia de mantener un sistema inmunológico fuerte y una comunicación adecuada con el intestino. Cuando todo funciona sin problemas, el intestino envía señales para el desarrollo de una función inmunológica saludable que modula las respuestas inmunitarias. A cambio, el sistema inmunológico ayuda a poblar la microbiota con bacterias que promueven la salud del huésped.
Cuando esto ocurre, nuestro organismo está equipado para responder a los patógenos y tolerar bacterias inofensivas, previniendo una respuesta autoinmune y asegurando el bienestar general. Además, está bien establecido que las anomalías en la comunicación entre las bacterias intestinales y las células inmunitarias pueden contribuir a la enfermedad. Debido a que el sistema inmunológico está estrechamente relacionado con la microbiota intestinal, si nuestro organismo está expuesto a factores que influyen negativamente en ésta (mala alimentación, antibióticos, cirugías, metales pesados, quimioterapia), se producirá una reducción en la abundancia y diversidad de las bacterias benéficas presentes en nuestro intestino, disminuyendo la protección frente a patógenos invasores y pudiendo ocasionar un bucle de eventos que no permitan la mejora de la inmunidad de la persona.
Afortunadamente, de la misma manera que las bacterias dañinas pueden sobre-poblar el intestino, las bacterias beneficiosas también pueden hacerlo. La investigación epigenética está descubriendo que tenemos más control sobre nuestra biodiversidad de lo que pensamos a través de cambios en los hábitos de vida. Así, cambiar la forma en que comemos puede provocar cambios en nuestra microbiota favoreciendo la presencia de bacterias beneficiosas. Dichas bacterias producen metabolitos que acceden a las células de nuestro cuerpo a través del torrente sanguíneo. Estos metabolitos pueden ser portadores de mensajes capaces de cambiar la expresión de determinados genes y actuar como protección para el desarrollo de algunas enfermedades.
El género Lactobacillus es muy abundante en nuestra microbiota intestinal y se caracteriza por producir ácido láctico, frenando con ello el desarrollo de diferentes cepas que resultan patógenas. Los lactobacilos tienen un efecto antiinflamatorio y producen sustancias con capacidad biológica como el peróxido de hidrógeno, una eficaz molécula antibacteriana. Por otro lado, las bifidobacterias, también presentes en nuestro intestino, son una estupenda fuente de nutrientes, incrementan la síntesis de aminoácidos, de vitamina K y además mejoran la absorción de calcio, de hierro y de vitamina D.
Todavía necesitamos más estudio dentro del campo de la microbiota y la regulación de los mecanismos de defensa del organismo, pero parece evidente que el uso de diferentes cepas bacterianas beneficiosas administradas en concentración adecuada podría ser eficaz para reestablecer el equilibrio del sistema inmune, la microbiota intestinal, o la mucosa intestinal.
Referencias